"Entre les murs", de Laurent Cantet, es el título de la película francesa que obtuvo el premio Palma de Oro en el Festival de Cannes 2008. A pesar de contar ya una década de antigüedad, LA CLASE, título acordado en España, es un documento de rabiosa actualidad. A caballo entre el documental y la ficción, esta película se corresponde con la imagen del microcosmos que es un centro de Enseñanza Secundaria. Película excepcional si tenemos en cuenta su bajo presupuesto, sus actores no profesionales y, por supuesto, su deliberada intención sociopolítica al poner de manifiesto los múltiples dilemas que agitan el mundo desde hace varios años en materia de educación, de identidad, de cultura, de integración.
Lo
que nos muestra es un cara a cara
entre un profesor de francés, tutor de una clase de 3º ESO de un
instituto de los suburbios de París y un grupo de individuos con
sensibilidades a flor de piel. Es la historia de un curso escolar,
condesada en dos horas, por tanto reducida a sus momentos de
tensión, de crisis o a momentos insignificantes. Historia de un docente
adulto, de temperamento optimista, confrontado a la juventud, a lo
imprevisible, a la intolerancia, a la ingratitud, a las dificultades de
comunicación, al choque de culturas, a la disparidad dialéctica, a las
trampas de resbalarse, a los riesgos del oficio y también a la soledad.
François Bégaudeau, antiguo
profesor y autor del libro "Entre les murs" adaptado al cine,
interpreta a la perfección a François Marin, hombre entusiasta,
cómplice, que abunda en opiniones, irónico, desconcertado, amargo, que
no solo se enfrenta al peligro de ruptura con sus alumnos sino con un
cuerpo docente a veces cansado, irritado, represivo.
La película cuenta cómo François, a pesar de su talento para improvisar, para hacer que los alumnos se sientan a gusto, para
conversar de igual a igual, para respetar la subjetividad de cada uno,
se enfrenta a la indisciplina, a la insolencia, al rechazo, al chiste, a
la rebelión, y patina, olvida el peso de las palabras, da un paso en
falso, traspasa su nivel de tolerancia. Es evidente que Laurent Cantet, el
director de la película, ha optado por poner de relieve los
momentos de duda y de tensión de un profesor, sus debilidades. Pero el
profesor es un hombre como los demás y se siente desbordado de vez en
cuando.
Magníficamente LA CLASE filma la guerra de la palabra. De un lado enseñarla, saber responder, replicar inmediatamente, gestionar el instante en que uno se siente pillado; de otro lado tener derecho a la palabra, sorprender al profesor haciendo por ejemplo el elogio de La República de Sócrates para demostrar que no se es una cualquiera.
Para concluir, LA CLASE
puede ser vista como una llamada de atención hacia un Estado más
preocupado por sus finanzas que por su educación. Cuando se trata de
barrios conflictivos, los profesores se sienten angustiados ante
situaciones que les superan y a veces no pueden evitar soltar palabras
que pueden ser hirientes y generar conflicto. Enseñar en esos
establecimientos "sensibles" requiere de un sacerdocio y no de una
sinecura. A pesar de todo, por la última escena en la que profesores y
alumnos juegan un partido, podemos extraer el mensaje optimista de que
se puede convivir dentro de las paredes de un centro educativo de esas
características. Pero entre las muchas puertas que deja abiertas a la
reflexión, hay toda una denuncia de la enseñanza lastrante que apadrina
la Europa del euro cuando una chica se acerca al final al profesor y le
dice confidencialmente que "no ha aprendido nada".
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